Hace un tiempo, un cazador que hizo de la caza mayor su negocio durante tres décadas ha muerto tras caerle un elefante que fue disparado por otro miembro de su grupo de caza.
Theunis Botha comenzó a cazar en 1989 e hizo dinero organizando cacerías, dinero que utilizó para su educación.
Cuando se graduó en la universidad, se estableció en una granja de caza con su esposa y pasó a poseer varios ranchos de caza privados en Zimbabwe, Botswana y Sudáfrica.
El incidente ocurrió en el año 2017 cuando Theunis lideraba a un grupo de cazadores cerca del parque nacional Hwange en Zimbabwe y se encontraron con un grupo de elefantes en reproducción.
Tres de los elefantes comenzaron a atacarlos. Uno de los elefantes, según fuentes, lo levantó con su trompa y entonces otro de los hombres lo disparó.
El elefante se derrumbó y cayó sobre Theunis aplastando y matándo a este padre de cinco hijos. Su hija mayor confirmó la muerte de su padre, según BBC News Online.
Las cacerías que organizaba incluían muy especialmente «su caza de montería» con perros que conducían a los ciervos y jabalíes a los puntos donde los cazadores disparaban a sus presas.
La web de Theunis dice que comenzó a organizar safaris de caza en 1989, habiendo servido previamente como sargento en la infantería sudafricana.
Uno de sus amigos, Steve Scott, anunció su muerte en Twitter . Y en la página de Facebook de Kuronda Safaris, con sede en Zimbabwe, lo elogió diciendo que era «un gran hombre con un fantástico sentido del humor».
Esto es muy triste, pero me niego a aceptar que la caza tenga un lugar en este mundo.
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